3/4/12

El Barcelona jugará semifinales de Champions por quinta vez consecutiva


La inercia del campeón

.El colegiado pitó dos penaltis en contra del Milan en la primera parte
.Messi e Iniesta marcaron en un partido que se vivió con más nervios en la previa
.Xavi dejó el campo por precaución y Piqué por lesión
.Los italianos se desesperaron ante la buena actitud defensiva del Barça


El Barcelona repetirá semifinales de Champions League por quinta vez consecutiva. El campeón resolvió la incómoda ronda de cuartos con más facilidad de la que esperaba. No fue el Milan tan fiero en el Camp Nou como en la ida ni contó con la venia arbitral de entonces. Messi, en dos penaltis, e Iniesta dejaron en anécdota el gol de Nocerino. [Así lo vivimos en MARCA.com]

Messi fue capaz de sostener al equipo hasta el punto de parecer que jugaba a otra cosa. Incluso que lo hacía solo. Se esperaba un Milan a las más rancia manera italiana y el Barcelona se encontró un rival dispuesto a discutirle la posesión aunque fuese con timidez.

Guardiola fue valiente y dispuso de inicio una defensa de tres. Entregó las bandas a Cuenca -la sorpresa de la alineación- y a Dani Alves. Sin embargo; el juego azulgrana no tuvo la profundidad deseada ni sus extremos resultaron tan decisivos. Las mejores ideas partieron de Messi, el que mejor entendió que el partido necesitaba chispa y descaro. La defensa milanista zozobró cada vez que tocó un balón.

El Barcelona tomó su primera ventaja a contracorriente. Defendía en su campo cuando un motivadísimo Messi robó un balón en el medio del campo al central Mexes. Tras una carrera de 50 metros bien cubierto y sin ángulo, pasó a Xavi, le volvió el balón y Antonini resbaló hasta hacerle zancadilla. Abbiati adivinó la dirección del lanzamiento, pero fue gol (min. 10).

Había síntomas que daban la razón a Guardiola cuando en la previa presintió que el Milan marcaría. Sus jugadores cayeron en un insulso juego de toque al que se adaptaron sin problemas los italianos. En cambio, a la defensa de tres de los locales le costó sellar las entradas de la segunda línea de ataque enemigo. Mascherano se despistó al tirar un fuera de juego y Nocerino apareció desde atrás para hacer el empate (min. 33).

El segundo tanto azulgrana llegó también de penalti. Lo fue por un agarrón ostensible de Nesta a Busquets en un córner. Messi se presentó voluntario para el lanzamiento. Engañó al portero y marcó. Mientras los jugadores lo celebraban, Guardiola reorganizó el esquema. Volvió a la defensa de cuatro, mandó a Cuenca a la derecha y a Iniesta a la izquierda.

La variación resultó decisiva. El propio Iniesta apareció por su nuevo perfil para marcar tras un rechace el 3-1 (min. 53). Su definición tuvo el mismo aplomo que mostró su equipo toda la noche. Hay jugadores nacidos para noches así. El Barça está lleno de ellos.

Sin apenas sobresaltos

El duelo tuvo tintes de exhibición en la media hora final. Tan favorable resultado hizo que la grada soltase el lastre de los nervios. Vivió su fiesta en comunión con los suyos. Xavi pudo abandonar el campo para evitar mayor sobreesfuerzo. Hubo ovación hasta para el rival cuando Seedorf dejó su sitio a Pato, que recayó de su lesión.

El Barcelona reencontró sus maneras reposadas entre pase y pase. Apoyos en corto y últimos metros de vértigo. Creció la impotencia del Milan, que desesperó en sus ataques ante una defensa sensacional que anuló por completo a Ibrahimovic y Robinho. La imagen de la entrega máxima fue un Piqué que se tuvo que marchar por una sobrecarga. El público le regaló sus aplausos.

Las puertas de una nueva final pueden abrirse para el campeón de Europa. Ha vivido el torneo con más prudencia que sobresaltos. No es suficiencia, es el premio a su capacidad de vivir cada partido como si fuera el primero de un nuevo ciclo triunfal e irrepetible.

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